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Libros de divulgación científica en el siglo XIX: Colección Biblioteca de las Maravillas

Lucano; larva, ninfa, insecto macho y hembra

En 1864, el fundador de la casa editorial francesa Louis Hachette le encargó a Édouard Charton que dirigiera la serie Biblioteca de las Maravillas debido su experiencia en proyectos similares, como la revista Le Tour du Monde.

Actualmente, la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica cuenta con cuatro ejemplares de esta Colección:

A juzgar por la inscripción en sus primeras páginas, tres de ellos pertenecieron al presbítero Marcos Machuca, quien según el obispo de La Serena fue suspendido del ministerio sacerdotal en 1876, por promover una rebelión contra la autoridad eclesiástica en el pueblo de Nantoco y publicar sermones contra la religión católica en la prensa local. Pese a ello, fue docente del Liceo de Copiapó, y compartió aula con destacados intelectuales de la época, como Valentín Letelier.

El primer ejemplar de esta serie trató sobre los cuerpos celestes, fue escrito por el astrónomo Camille Flammarion, y alcanzó las 5.500 copias en 1865. Su tiraje inicial fue tan exitoso que el autor creó Le Groupe Flammarion, y se convirtió en uno de los grandes editores de divulgación científica en el siglo XIX (Nieto-Galán, 2011).

Hacia 1912 las reediciones de este libro superaban las 60.000 reproducciones, evidencia de la consolidación de la industria editorial Hachette.

Los volúmenes siguientes abarcaron todas las áreas de la naturaleza y las ciencias humanas a un precio y lenguaje accesibles para un amplio número de lectores (Nieto-Galán, 2011). Entre 1865 y 1895 se publicaron aproximadamente 130 títulos de la Colección (Tesniére, 1993), y fueron numerosas sus reediciones y traducciones en Europa.

Con diferentes denominaciones como ciencia popular, ciencia para todos, o ciencia recreativa, los libros de divulgación científica se convirtieron durante el siglo XIX en un preciado objeto que aseguró a las editoriales un negocio rentable.

El proyecto editorial francés utilizó el término "maravilla" para denominar esta Colección. Desde el siglo XIV esta palabra se relacionó con lo fantástico e ilusorio y, en el siglo XIX, y de la mano del romanticismo, su uso adquirió además el sentido de asombroso e increíble, y llegó a designar un género literario específico (Le Goff, 2003: 469).

Circulación de libros de divulgación científica en Chile

En Chile este tipo de colecciones tuvo buena acogida, debido a la adopción de la filosofía positivista y el cientificismo por parte de gobernantes e intelectuales de la elite republicana.

Los títulos importados se vendían casi al doble de su valor original dado que llegaban empastados desde Europa. Pese a ello, entre 1840 y 1880 se vivió un desarrollo y profesionalización del comercio librero nacional (Subercaseaux, 2000).

La librería El Mercurio de Valparaíso que contaba con sucursales en otras regiones del país, ofrecía en 1877 "un surtido de libros renovados constantemente por […] las casas editoras Garnier, Hachette, Bouret y Bailly Bailliere de París; López y Guijarro de Madrid y Appleton de Nueva York" (Subercaseaux, 2000: 74).

En contraste con este mercado, la presencia de obras de autores nacionales y libros editados en Chile fue escasa en los catálogos de venta. Para el profesor de literatura Bernardo Subercaseaux, ello se explicaría por el prestigio y legitimidad social que gozó lo europeo, por "la tradición consagratoria de las casas editoriales de ese continente", y porque la abolición de las Juntas de Censura en 1878 propició la internación de libros impresos al país.

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